*Narra Lara*
Me asomé al
agujero intentando vislumbrar alguna luz que me diera una pista sobre que
albergaba en su interior pero fue en vano. Todo era una oscuridad tan espesa
que hasta costaba respirar. Me asomé un poco más y entonces fue cuando unas
manos me empujaron, simplemente ejercieron una presión sobre mi espalda y en
menos de un segundo me encontraba cayendo a un vacio inexpugnable. Grité con
todas mis fuerzas pero era inútil, nadie me iba a oir. Estaba sola en aquel
inmenso vacio inacabable.
En ese
mismo momento en el que el terror amenazaba con conquistarme sonó un fuerte
timbre. ¿Pero... cómo era posible?
Lentamente
fui abriendo los ojos pero seguía sin ver absolutamente nada. El terror volvió
a recorrerme dándome escalofríos pero, cuando mi vista se acostumbró a la oscuridad
contuve un suspiro. Estaba en mi habitación, como todas las mañanas, no debía
preocuparme solo había sido una estúpida pesadilla seguramente ocasionada por
los nervios del primer día de clase. No debería preocuparme ya que no soy nueva
en el colegio me lo conozco todo demasiado bien, pero los nervios el primer día
por los profesores, por los compañeros, etc, son normales, o eso creo.
Me levanté
apartando la manta a un lado. Notaba los músculos contraídos y doloridos, como
si de verdad hubiera estado dentro de la pesadilla.
Miré el
reloj que colgaba de la pared de mi cuarto y observé alarmada que me quedaban
20 minutos para prepararme e ir al colegio, esta noche era la, última que pasaba
en mi cama esta semana. El colegio al que iba era un internado, solo nos
dejaban dormir en nuestra casa los fines de semanas. Me prepare rápidamente y
salí cerrando la puerta tras de mí para luego darme cuenta que se me olvidaba
la mochila con todos los libros del curso y volver a abrirla de nuevo.
Cuando por
fin ya salí a la calle me quedaban 5 minutos antes de que empezaran las clases.
Corrí por la calle sin importarme las miradas alarmadas de la gente. Vi el
autobús cerrando las puertas y aceleré un poco más. El conductor que me conoce
al verme por el espejo retrovisor paró y abrió las puertas. Entre jadeando al
autobús
-Se nos han
pegado las sabanas esta mañana, eh?-me dijo el conductor arqueando una ceja.
Me reí,
pero cuando me di la vuelta le puse mala cara. Ya me fastidiaba llegar tarde el
primer día de clase, porque si, tarde o temprano lo tendría que admitir, hoy
llegare tarde (menos mal que ya tenemos guardadas las camas con nuestras cosas),
como para que encima el conductor se cachondee de mi.
Me senté
cerca de la puerta y me apoyé en la ventanilla. Bostece y miré el reloj, casi
me caí del susto. ¡QUEDABAN DOS MINUTOS! Miré por la ventanilla inquieta y vi
que todavía queda camino por delante, ya es oficial, la peor cama para mi.
En ese
momento el autobús paro en una parada y se subio un chico. El chico pasó el
metrobús por el aparato y buscó con la mirada un sitio donde sentarse, entonces
me di cuenta que el único que estaba libre era el de mi lado.
El chico
se acercó y cuando me vio se quedo parado, yo me arrimé más a la ventana
pensando que no tenía sitio. Pero el chico seguía sin moverse.
-Puedes sentarte...-dije
sonrojándome, soy muy tímida para estas cosas. Y por estas cosas me refiero a
hablar con chicos, da igual quien sea ese chico.
El joven
desconocido sacudió la cabeza y se sentó a mi lado.
-Lo... lo
siento-dijo e intentó sonreír un poco, tenía una sonrisa maravillosa-me he quedado embobado pensando, me pasa a menudo.
Me quede mirándolo,
tenía los ojos preciosos, de un verde hierba intenso, no había visto ese color
de ojos en ninguna parte. Tenía el pelo color castaño, un poco largo, y le caía
sobre los ojos dándole un aire pícaro en la mirada.En ese momento me di cuenta, llevaba mucho tiempo mirándolo, demasiado para tratarse de un desconocido. Bajé los ojos avergonzada.
-Eh... ¿Bueno como te llamas?-me dijo apartando la mirada el también, le mire de reojo y vi un ligero rubor en sus mejillas.
-Lara-dije antes de poder contenerme, ¿qué me estaba pasando? Yo no soy tan descerebrada de decir mi nombre a un completo desconocido que se me ha sentado al lado en el autobús. Pero transmitía confianza solo con mirarlo, creo que puedo confiar en él.
-Yo soy Fran-me tendió la mano en un gesto instintivo, yo se la estreché inmediatamente.- ¿A dónde vas?
-Al colegio-miré por la ventanilla inquieta otra vez, se me estaba haciendo muy tarde.- ¿y tú?
-Yo también, es mi primer día. Pero...-miró su reloj e hizo una mueca-ya llego tarde.
Me reí.
-Pues ya somos dos-Fran me sonrió e iba a decir algo cuando vi mi colegio a lo lejos, era la siguiente parada.
Me levanté rápidamente cogiendo los libros y la mochila.
-Es la siguiente parada-dije para que me dejara pasar, pero en vez de eso se levantó conmigo cogiendo su mochila.
-El mío también está en la siguiente parada.
El autobús paró y nos bajamos, fuera estaba Lucía esperando en la entrada del colegio. Me miró sonriendo y agitó la mano.
Me giré hacia Fran que esperaba para cruzar a la otra calle. ¡Qué sorpresa!, va al colegio masculino que hay enfrente del nuestro.
-Bueno, parece que vamos al colegio de al lado, ¿eh?-me sonrió, no me cansaré de ver esa sonrisa nunca- algún día nos veremos por aquí. Encantado de conocerte Lara.
-Igualmente, que tengas suerte en tu primer día.-Me dio tiempo a decir antes de que se alejara corriendo por el paso de cebra.
-Gracias-me dijo desde el otro lado agitando la mano-hasta otra.
No creo que nos veamos mucho, puesto que las monjas de nuestro colegio no nos dejan juntarnos con los chicos de enfrente, igualmente tampoco seré tan importante para él, después de unos días solo seré una anécdota. Bueno, solo nos dejan estar todos juntos el día final. Pero para eso queda mucho tiempo.
Me giré hacia Lucía que se había acercado por detrás de mí y tenía cara de urgencia.
-Con que ningún chico, ¿eh?-abrí la boca para contestar pero se me adelantó-Bueno luego me cuentas que es tardísimo, llevo aquí esperándote casi quince minutos. Las clases ya han empezado, pero como soy una buena amiga te he esperado.
Lucia me agarró del brazo y me arrastró tras ella al gran portón de hierro que hay en la entrada. Me giré por última vez y miré el colegio masculino.
Fran ya había desaparecido a través de la puerta.